Martin Garitano - Periodista.
Se cumple, en noviembre próximo, el vigesimoquinto aniversario del asesinato de Santi Brouard. Un buen motivo, sin duda, para la reflexión y el recuerdo; una ocasión para hacer balance de lo andado y caer también en la cuenta de los errores cometidos. Desde el convencimiento de que sólo quien camina se tropieza.
Dicen que en Estados Unidos todo el mundo recuerda dónde estaba y qué hacía cuando mataron a Kennedy. En Euskal Herria somos cientos de miles los que recordamos el momento preciso de conocer el asesinato de Santi. Y el de Josu Muguruza. Ese recuerdo nos acompañará de por vida. Como su ejemplo.
Serán cosas de la edad, pero hay imágenes que se fijan en la retina y frases que se graban en la memoria. En el primer aniversario, una representación de partidos y colectivos solidarios, de la izquierda de verdad, la roja, del Estado español llegaron a Bilbo. Les recibieron Tere y Edurne en el portal de la consulta. Repaso mis notas y la frase no tiene desperdicio: «Vuestra presencia aquí: andaluces, catalanes, aragoneses, castellanos, gallegos... demuestra que los pueblos saben distinguir a los amigos de los enemigos y que todos juntos podemos». Lo que ahora dice Obama y repiten sus aspirantes a clon, ya lo dijeron los Brouard hace 25 años. Y el tiempo les ha dado la razón.
Vivimos tiempos difíciles, no cabe duda. La mera reivindicación nacional es perseguida y castigada como grave delito; las condiciones de la clase trabajadora se endurecen cada día que pasa; la arrogancia del poder se hace presente en cada imposición. Y sin embargo, a pesar de todo, hay quienes hacen buena aquella frase: los pueblos saben distinguir a los amigos de los enemigos.
Y nosotros ya sabemos quién es el enemigo. Lo conocemos bien y le vemos su desagradable rostro cada día que pasa. Por eso resulta más sencillo reconocer a los amigos. Por eso hace falta tomar la iniciativa y abrazarlos y por eso mismo el internacionalismo cobra, hoy y aquí, su verdadera dimensión fraternal.
Posdata: El miércoles se cumple el cuarto aniversario de la marcha de Jon Idigoras. Otra lágrima y, por supuesto, otra sonrisa. ¡Jon sí que lo tendría claro ahora!
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