viernes, 23 de enero de 2009


talaiatik / editorial
Las diferencias existen, pero a veces un sistema político que se denomina a sí mismo democrático adopta comportamientos característicos de las dictaduras. En Euskal Herria sabemos bastante de esto, porque llevamos mucho tiempo sufriendo en “democracia” agresiones a los derechos humanos y violaciones de las libertades elementales que nos recuerdan las del franquismo.
La persecusión de militantes políticos es sencillamente intolerable e incompatible con la democracia. En una democracia nadie es perseguido por sus ideas, pero esta criminalización es especialmente grave en el caso de personas públicas que de un modo u otro representan a un colectivo, y- si cabe- más grave todavía cuando se trata de personas elegidas por la ciudadanía para desempeñar un cargo institucional.
¿Dónde queda el sufragio universal si se impide a decenas de miles de personas ejercer el derecho a votar o ser candidatos libremente? Es más, ¿cabe hablar de democracia cuando las fuerzas policiales irrumpen de madrugada en el domicilio de una persona que ha asumido ante la sociedad labores de representación de una opción electoral? ¿En qué se diferencian estas medidas de las adoptadas por el régimen franquista contra la oposición?
La “democracia” española es hija del franquismo y la marca del ADN es especialmente visible cuando de Euskal Herria se trata. Una de las manifestaciones más dolorosas de esta continuidad está en las redadas policiales contra personas que nada tienen que ver con la actividad armada, personas a las que se persigue por hacer política.

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